Virtuosos del jaleo. “Los sonidos están allí. Solo tienes que sacarlos”, dice Julian Sartorius. Melody of noise explora a los artistas que ofrecen una segunda vida a cañerías, antenas parabólicas o robots baratos. Todo es utilizable. La música está en cada rincón; hay sinfonías ocultas en la chatarrería; belleza en una demolición. Andres Bosshard parece un sabio loco, con dos conos de tráfico a modo de amplificadores ready made (“trompetas de oreja”, los bautiza) pero la meta es utilizarlo todo (“si hace algún sonido”) y la teoría es elevada. Stefan Heuss juega como un chaval travieso, con vasijas de agua y cacharros de percusión hechos con cucharas y motorcillos y una slide guitar con destornillador; pero tras su apariencia lúdica reside un concepto grande. Bubble Beatz, dúo aporreador, urracas del vertedero, montan una asombrosa batería con tuberías de goma. Y también Big Zis, Bruno Spoerri, Saadet Türköz. Ellos manipulan el ruido, y a la vez el sonido estaba ya allí: en el agua, los árboles, cada palmada que damos. Melody of noise desatasca los oídos.